Según algunos estudios de la OMS, el 90% de la población urbana de la Unión Europea se expone a niveles nocivos de contaminación, calculándose unas 430.000 muertes prematuras. La gran responsable de esta contaminación es la movilidad por carretera, que en España es responsable del 30,3% de las emisiones de CO2.
En segundo lugar, es una cuestión de salud pública, ya que la dependencia del vehículo a motor termina derivando en hábitos sedentarios asociados a problemas de hipertensión, diabetes y sobrepeso.
Tampoco debe pasar desapercibida la ineficiencia energética de nuestra movilidad actual, dependiente en un 95% del petróleo y del motor de combustión. A esa ineficiencia se une el hecho de que el vehículo a motor se utilice en un gran parte de las ocasiones por una sola persona.
Debemos ser conscientes de todo lo que implica nuestro modelo: destinamos el 60% de la superficie urbana al coche a pesar de que el 92% del tiempo está aparcado. Y a pesar de ese dato demoledor, hemos dejado que se adueñara de las ciudades. Y lo más paradójico es que no ha sido para movernos mejor por las ciudades: tardamos tanto o más yendo en coche.
Avanzar en serio hacia la movilidad sostenible significa dar pasos importantes hacia la diversificación de la movilidad. Eso implica brindar mejores infraestructuras para circular en bicicleta y patinete por las ciudades y proporcionarles aparcamientos seguros.